Darkwood, en tierra oscura

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lavrenti


El pasado pende sobre nosotros como una espada ensangrentada.
Estamos eclipsados por el dolor de la guerra,
obstaculizando el amor por la belleza olvidada, la tradición y la naturaleza.


Para Henryk Vogel, Darkwood es un proyecto surgido de la idea de expresar el amor que sentimos por nuestra patria, en ella hemos nacido y con ella nos identificamos. Lo mismito que a muzike le ocurre con Euzkadi xD Sigamos leyendo... su música es una fusión de temas tradicionales y escenarios musicales vanguardistas. Usamos instrumentos acústicos así como ruidos sintéticos y samples, completados con letras en inglés y alemán.

Sus trabajos han lidiado comúnmente con la identidad alemana y los conflictos bélicos, especialmente la Segunda Guerra Mundial. A ella procura realizar un acercamiento que no es nostálgico pero tampoco está definido por la culpabilidad. Afirma que la nación alemana debería haberse liberado de dicho sentimiento, tres generaciones después, pues en sí va acompañada cierta actitud hipócrita.

Defensor de las estructuras jerárquicas y la sociedad uniformada, considera que la camaradería, la autodisciplina y la responsabilidad surgen de ellas. Tengo que divergir al menos con la primera puesto que la confianza entre soldados rasos, como entre los obreros, se desarrolla de espaldas a los dirigentes, siendo muchas veces una vía de escape para los impulsos de resistencia a la autoridad que el ego, y su deseo de individualidad, genera. Es por ello que la instrucción militar fomenta la despersonalización, la respuesta pavloviana a las órdenes del mando. Dado que nació en la Alemania del Este puedo llegar a entender que esté hecho un lío con eso de la identidad nacional xD

En lo musical, unos cuantos discos han pasado desde aquellos primeros tímidos (por no decir malos) intentos de marcial ambientaloso en In the Fields y Heimat & Jugend que fueron tornándose cada vez más en un neofolkis ortodoxo de guitarra acústica y cantar meloso, motivo central del pasado Notwendfeuer. Con un rictus de desconfianza en mi faz me dispuse a escuchar su último trabajo, Ins dunkle land, editado en Heidenvolk el último día de noviembre...

... y las percusiones de Schattenfahrt comenzaron a hacer aflorar algunas de las sensaciones que el estilo alienta pero que el grupo nunca me había terminado de generar. Oimos los ecos de niños del pasado mientras los sintes generan la sensación de belleza y derrota que las percusiones ahondan. Aunque no fuera a ser ésta la tónica del disco, Caucasian Tales es una gran canción de apertura que mejora todo lo escuchado hasta ahora, guitarras acústicas rasgadas mientras el chelo y las campanas tubulares recrean sonidos más sombríos y fantásticos, de aquel valle donde no queda más que el miedo. Incluso en la voz noto una evolución, es un cantar más íntimo, menos pretencioso.

El entusiamo general se relaja en una parte intermedia con tres temas en inglés que, sin dejar de ser agradables, no llegan a emocionar como la apertura. Se mantienen sobre la misma estructura de guitarra acústica y detalles en el resto de instrumentos, y algún sutil arreglo electrónico. Resulta algo lineal pero apropiado a una noche en espera de la nieve (también de esperanzas frustradas). Mejora en la siguiente tríada con la llegada del alemán, los pianos, unas percusiones más entonadas y un aumento de la intensidad en Trauermantel. Los chelos mejoran aún más la experiencia en Bunter Staub.

Habrá una ruptura con la aparición del bajo a partir de Rancourt, tema que por otra parte me encanta. Unido al violín darán forma a una canción de sonoridades distintas, en la que veo incluso ecos post-punk, aunque mantenga la misma inclinación emotiva. Se funde con su sonido anterior a través de Schattenmal y nos regala otro buen tema como es Schieferkreuze. El cierre es un cuasi-spoken, Grillenspiel, en el que gana presencia la electrónica ruidista, quizá, sin demasiado acierto. No deja de ser la despedida de un disco que sin llegar a fulgurar, distrae de las ocupaciones, endulza el sentimiento de derrota, y apena en su justa medida. No es Of The Wand And The Moon, ni alcanza sus cotas de magia en los sonidos, pero se queda a un altura suficiente como para que merezca la pena ser conocido.

No tenemos nada más que perder que el miedo...
No tenemos nada más que perder que el tiempo...




ahí, ca-ma-ra-de-riando


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