Lavrenti vs. Burzum

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El nuevo disco de Burzum ha llevado a lavrenti a encontrarse con uno de sus habituales (e irresolubles) debates internos. Éste es, la posición de la balanza entre la valoración estética de una obra y la calidad moral del creador. ¿Debe un juicio ético sobre el músico hacer que se considere ilegítima su música? Salvando las distancias con este caso (confluyen ideas del autor y el significado político de las obras en sentido contrario), no puedo rechazar las esculturas de Arno Breker por más que fueran utilizadas (hasta asegurar su destrucción en la posguerra) por el Tercer Reich como canon del arte nacional.

Presente el problema filosófico, se replantea con fuerza cuando valoro la excelencia de Belus y al tiempo rechazo muchas de las opiniones particulares de Varg. En un momento en que musicalmente marcó distancias con, y amplió hasta límites insospechados, la naciente escena black noruega (arrebatando mi gusto musical), los excesos juveniles (asesinatos y quemas de iglesias durante) y el afán de notoriedad llevaron a que fuera (sobre)identificado, con la intervención de los medios de comunicación, como "satanista" y "nacionalsocialista". Ambos extremos han sido negados por él con posterioridad; respecto al primero no es una persona religiosa y en cualquier caso se siente más interesado por el paganismo nórdico (desde un punto de vista cultural más que místico) que por la simplista versión demoníaca judeo-cristiana.

Respecto al nazismo, reconocido como influencia inicial, afirma no sentirse identificado del todo por la significación negativa que tiene la ideología en Europa y el fantasma que puede proyectar sobre los pueblos eslavos cuya cultura y mitología pagana respeta -de los Svarog o Perun-Perkun, dios del trueno-. No así con el pueblo hebreo al que sitúa como adalid de todo lo rechazable del mundo moderno, el materialismo y sus obras superiores capitalista/globalizadora y socialista. Así sus ideales quedan definidos en torno a una ideología que da en llamar "odalismo"; construída con retazos culturales paganos, nacional-tradicionalistas, raciales y medioambientalistas (donde el ser humano juega el papel de rector).


No duda en declararse como racista (y homófobo) y clamar contra la degeneración cultural, religiosa y genética de Noruega, aunque afirme no dejarse llevar por el odio ya que es un sentimiento irracional. Retratados los aspectos más polémicos de sus ideas, es claro que entran en conflicto con los míos de internacionalismo, mestizaje y ruptura de la cultura propia. Quizá sea el poderoso magnetismo de su figura o mero resultado de un exceso relativista y de búsqueda enferma de las expresiones extremas del arte popular, pero lo cierto es que no puedo evitar la pulsión de dedicarle este artículo.

El conflicto personal con Burzum permanece latente en los entretiempos de paz, y erupciona con violencia ante cada noticia -su huida y captura, su liberación tras diecieséis años en prisión-, y más aún cuando he de enfrentarme a un disco inesperado como lo ha sido Belus. Las dudas me devoran por dentro, ¿siento algún tipo de atracción por el malditismo del personaje? ¿Podría un artículo halagador hacerle ganar prosélitos que, fanatizados desde la música, adoptaran sus principios de vida? ¿Uno polémico me hará candidato a una fatwa condenatoria de las élites nsbm? Cada obra de Varg me sitúa en una posición mental extraña en la que batallan, mano a mano, la gloria y el horror. Varg se ríe de mí mientras tanto y elige como título provisional del disco el dios blanco...

Belus supone una involución musical respecto a lo que fueron sus dos últimos trabajos. Por más que pretenda mantenerse aislado de la escena el trabajo exuda black metal sucio, tan old-school que por momentos se acerca peligrosamente al trash. Mi gusto, sin embargo, se dispara en los largos y lentos desarrollos iterativos, las sentencias salmodiadas y el extenso final instrumental con cariz ambiental a pesar del ruidismo. No hay atisbo alguno de teclados atmosféricos; quedaron aparcados desde sus dos discos experimentales en prisión y fueron casi una obligación dado que no le permitieron tener otros instrumentos. Una vez liberado, y sin cerrar del todo la puerta a repetir experiencia, ha optado por las guitarras distorsionadas y la voz rota.

Sin querer dejar fuera ningún tema en las reiteradas escuchas, me inquietan y agradan en extremo las dos etapas formadas por Belus' død-Glemselens Elv y Morgenrøde-Belus' Tilbakekomst, siendo el valle entre las dos, Kalmadathas' Nedstingning, Sverddans y Keliohesten, recorridos a alta velocidad en pos de las escarpadas cimas. A lo largo se desarrolla el mito personal de Belus, deidad solar que toma rasgos de Belenus y sucesos mitológicos de Baldr, quién sabe si en una mirada al pasado deseada como visión profética del futuro y proceso personal de cambio.

Si Dauði Baldrs se centró en el hecho capital de la muerte de Baldr como anticipo al Ragnarok, en esta ocasión viviremos el descenso a los infiernos y la victoria momentánea del invierno, y su posterior irrupción como ser resplandeciente -blanco como símbolo común de pureza e inocencia-, anuncio de la llegada de una nueva era, de un verano de renacimiento y esplendor para el hombre y la tierra.


A pesar de los títulos, con referencias directas a los dioses nórdicos, no debe ser entendido como un disco centrado en la mitología sino como la narración metafórica de una evolución relacionada con el Seiðr. Belus representa la perseverancia y la fuerza de voluntad ante la muerte hasta el retorno/renacimiento. Comienza con la debacle y los cantos desesperados al sol del hechicero mientras ve al roble quedar desnudo y la hierba sepultada por la nieve. Aquel dios que solía ser el más alegre y acabó por convertirse en un ser obstinado y deprimido que se paseaba por Asgard sin hablar con nadie muere y comienza su viaje al mar de las sombras.

Mientras su cuerpo arde en la pira, el invierno se impone y los bosques son tomados por osos y lobos. Belus ha de morar en Hel/Kelio -he viajado a las más oscuras profundidades, allí donde todo está muerto- y, acumulada suficiente fuerza, desde allí encaminarse hacia el resurgimiento desde la oscuridad de la muerte en vida. De nuevo en la superficie danzará con espada y vara, y con las pieles de las bestias se hará una máscara que infunda el temor en los enemigos.

    Espíritu del invierno, muere!
    Sangre sobre la nieve.
    Espíritu del invierno,
    soy el verano!
    y estoy llegando


El sol rojo surgirá tras las montañas del este y sobre la senda que sus rayos abran en las brumas del bosque cabalgará raudo Belus dispuesto a impartir dura justicia. El mundo entero llorará al oir creciente el canto de la vanguardia del ejército de los muertos redivivos a su comando, mas los justos abrirán los brazos y desprotegerán su pecho al calor de la mañana. Israel, Israel, qué bonito es Israel!


    Volveré
    volveré de nuevo
    cuando los espíritus del invierno sean débiles
    volveré a casa


La fotografía de los idolos no es ni siquiera cultura pagana eslava ya es de Artsakh (Nagorno Karabaj) y lleva el lema de nosotros y nuestras montañas... el cuadro es la Muerte de Baldr de Eckenberg.

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